Esquina "El Vaquero, El General Cantón"
08 December, 2024
La Esquina "El Vaquero, El General Cantón", situada en el cuadrante noroeste, en la intersección de las calles 59 y 68, cerca del emblemático barrio de Santiago, guarda una historia fascinante que conecta tradiciones, transformaciones urbanas y el paso del tiempo en Mérida. Este rincón de la ciudad debe su nombre a las actividades ganaderas y taurinas que se desarrollaron en la zona durante el siglo XVIII y posteriores. En aquellos años, los vaqueros arreaban toros hacia el teatro y coso taurino ubicado en un predio conocido como El Corral, el cual se encontraba en lo que ahora comprende la intersección de la calle 59 por 62.

A diferencia de los encierros modernos, las reses eran guiadas al estilo tradicional español, lideradas por un buey pastor y acompañadas por un mayoral. Estas escenas, que ocurrían a la medianoche, ofrecían un espectáculo único, donde el bullicio de los toros se mezclaba con el trote de los caballos y el eco de las calles coloniales. Para finales del siglo XIX, la actividad comercial comenzó a ganar terreno en esta esquina, con la apertura de la panadería y café "La Vaquero", un establecimiento que rápidamente se convirtió en un punto de encuentro para los habitantes de la zona.
Antes de que la actual arquitectura moderna dominara el paisaje, esta esquina también fue testigo de importantes cambios sociales. En el predio que ocupa hoy el número 548, estuvo la casa del general Francisco de Paula Cantón Rosado, quien años más tarde sería gobernador de Yucatán y cuyo legado permanece en el icónico Palacio Cantón. Con el tiempo, el inmueble albergó la escuela Agustín Vadillo, reflejando el papel educativo que desempeñó en la comunidad. Actualmente, este lugar es sede del templo denominado Jesucristo Es El Señor Universal, demostrando cómo la esquina ha seguido evolucionando para adaptarse a las necesidades contemporáneas.

La esquina "El Vaquero" no es solo un cruce de calles; es un testigo silencioso de la transformación de Mérida a lo largo de los siglos. Desde las noches iluminadas por los arreos de ganado hasta el bullicio de la panadería-café, y más tarde, su rol en la educación y la espiritualidad de la comunidad, este lugar nos recuerda que cada rincón de la ciudad tiene algo que contar. Reflexionar sobre estos espacios es reconocer que las ciudades son mucho más que edificios o calles: son historias vivas, moldeadas por las personas que las habitan. Al detenernos en lugares como "El Vaquero", rescatamos fragmentos de nuestra identidad colectiva, fortaleciendo el vínculo entre el pasado y el presente.
¿Cuántas historias como esta esperan ser descubiertas en cada esquina de Mérida?
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A diferencia de los encierros modernos, las reses eran guiadas al estilo tradicional español, lideradas por un buey pastor y acompañadas por un mayoral. Estas escenas, que ocurrían a la medianoche, ofrecían un espectáculo único, donde el bullicio de los toros se mezclaba con el trote de los caballos y el eco de las calles coloniales. Para finales del siglo XIX, la actividad comercial comenzó a ganar terreno en esta esquina, con la apertura de la panadería y café "La Vaquero", un establecimiento que rápidamente se convirtió en un punto de encuentro para los habitantes de la zona.
Antes de que la actual arquitectura moderna dominara el paisaje, esta esquina también fue testigo de importantes cambios sociales. En el predio que ocupa hoy el número 548, estuvo la casa del general Francisco de Paula Cantón Rosado, quien años más tarde sería gobernador de Yucatán y cuyo legado permanece en el icónico Palacio Cantón. Con el tiempo, el inmueble albergó la escuela Agustín Vadillo, reflejando el papel educativo que desempeñó en la comunidad. Actualmente, este lugar es sede del templo denominado Jesucristo Es El Señor Universal, demostrando cómo la esquina ha seguido evolucionando para adaptarse a las necesidades contemporáneas.

La esquina "El Vaquero" no es solo un cruce de calles; es un testigo silencioso de la transformación de Mérida a lo largo de los siglos. Desde las noches iluminadas por los arreos de ganado hasta el bullicio de la panadería-café, y más tarde, su rol en la educación y la espiritualidad de la comunidad, este lugar nos recuerda que cada rincón de la ciudad tiene algo que contar. Reflexionar sobre estos espacios es reconocer que las ciudades son mucho más que edificios o calles: son historias vivas, moldeadas por las personas que las habitan. Al detenernos en lugares como "El Vaquero", rescatamos fragmentos de nuestra identidad colectiva, fortaleciendo el vínculo entre el pasado y el presente.
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